lunes, 8 de marzo de 2010

Sobre el número Ñ


Entro a mi habitación pero antes le pido a alguien que me prenda la luz porque no la alcanzo. Me acuesto de costado en mi cama y me pongo a observar mi pared mal pintada de color amarillo patito. ¡Gracias a Dios que estaba mal pintada! Ese detalle sutil le daba unos grumos particulares que me mantenían entretenido un par de horas. Con mi imaginación los iba uniendo para formar desde figuras geométricas hasta organismos más complejos. Esa era mi diversión: a los mismos grumos darles una semántica distinta. A la larga comprendí que en esa pared estaba todo lo que yo quería que esté; era infinita. Lo mismo pasaría con una imagen digital cuyos grumos, aparentemente infinitos para la precisión ocular, son reemplazados por píxeles. Adoptemos como axioma que un píxel es la mínima unidad de color homogénea que tiene una imagen digital. Ahora hagamos un ejercicio sencillo: supongamos que tenemos una foto compuesta por 2048 x 1536 píxeles. Es decir, 3145728 píxeles. Cada fragmento puede adoptar un color diferente. Imaginemos que haya 32 millones de colores. Entonces si hago 3145728 elevado a 32 millones tendría como resultado un número “Ñ” que me indicaría todas las imágenes digitales posibles que se pueden mostrar en ese tamaño y con esa cantidad de colores. Dentro de ese número descomunal de imágenes habría algunas que te resultarían familiares como por ejemplo las fotos que tenés en tu computadora o las que cada persona en el mundo posee desde las más lindas hasta las más bochornosas. Y cada persona es CADA persona: Desde un oriundo del Tíbet hasta Brad Pitt. Sumerjámonos más en este delirio y pensemos que podríamos tener imágenes desde antes que existieran las cámaras digitales. No vendría mal una foto de Alejandro Magno con sus tropas en plena batalla o una charla real de Jesús ante sus apóstoles. ¡Inclusive aparecer en el experimento de Franklin con la electricidad y hasta podríamos tomar su lugar! En el número “Ñ” estaría también lo hipotético: imágenes de tu vida en la que te estás casando con tu amor imposible y reflejando felicidad por la correspondencia mutua. Verías caricias no dadas, situaciones extrañas, momentos comprometedores, gritos deseados, cosas que nunca disfrutaste, movimientos irrisorios como los de una mujer en primavera y personas que van quedando en el gris crepúsculo del olvido. Habría imágenes de tu último respiro y de tu primer latido y en dos de ellas encontrarías las reales. Te pondrías en contacto con tu yo dentro de 10 años o hace 10 años ya sea feliz o triste. Hasta te verías a vos mismo leyendo esto. Ahondando más en este viaje, emergerían tus sueños con los de otras personas y quizás los entenderías. Te chocarías con esa verdad que tanto asco te podría dar o esa mentira que tanto añorabas. Es muy loco pensar que dentro de “Ñ” hay un montón de imágenes que describen con precisión endiablada tu esencia. Y si aprendieras a ver las imágenes verídicas que te corresponden, llamarían a tu reflexión debido a que obraste mal, o que sos más groso que la imagen que tenés de vos mismo o que no aprovechaste tu vida. Seguramente todo esto cambiaría nuestra manera de actuar. Por último, si jugaras a ordenar las fotos comprenderías que una misma imagen dentro de “Ñ” es más que esa imagen justamente porque contextualizamos las cosas ya que ponemos los matices de la emoción delante de nuestro entendimiento. La imagen de dos personas besándose puede simbolizar una demostración de amor o una calentura pasajera. ¿Y qué es lo que hace que eso sea más de lo que es? La experiencia. Y cuando hablamos de experiencia entra en juego el factor decisivo, la dimensión que la lleva en sus hombros: el tiempo. “Las cosas son pero con el tiempo ganan o pierden significado”.

2 comentarios:

FLORCIT@ dijo...

wow... que delirio!
me volo la peluca je! fui imaginandome cada descripcion...
=)
muy bueno

JIP dijo...

EXCELENTE