Ella, jovencita y con una sonrisa, sueña.
Sueña una y otra vez que puede retroceder el tiempo con un reloj especial como el de Bernardo. Posiblemente el deseo de cualquier persona: volver el tiempo atrás a tu servicio; utilidad infinita.
¿Un día se despertó y a que no saben qué vio?
Una caja en su mesita de luz. Desesperada, abre la caja y se encuentra con un reloj similar al de sus sueños. No estaba cuando se acostó. Era uno de los días más felices de su vida y por ese motivo saltaba de alegría. Se quedó paralizada unos segundos pensando en todo lo que podía lograr: tener tiempo para hacer los deberes para la seño, no perder nunca su programa de tele preferido o mejor aún, volver muy atrás para ir a algún palacio y estar con las princesas de esas que aparecen en los cuentos que apenas les leen.
Tomó el reloj y se imaginó un momento anterior para ir hacia allá.
No pasó nada.
-Vamos relojito, por favor, te lo pido. ¡Retrocedé en el tiempo!
Tampoco pasó nada.
Hizo mucha fuerza; lo deseó con toda su alma.
Todo siguió normalmente.
(Se acuesta, le pega a su colchón, empieza a gritar y presiona las lágrimas entre su cara y la almohada) - ¿Quién me dejó el reloj? ¿Por qué a mí? ¿Por queeé? ¿Por queeé?
-¿Qué pasa hija? ¿No te gustó el reloj que te regalé?
-(Secándose las lágrimas y hablando como puede) Es lindo pero pensé que iba a retroceder en el tiempo si lo usaba.
-No amor (involuntariamente hace una sonrisa compasiva ante la inocencia de su hija). No se puede retroceder en el tiempo con un reloj. Ojalá se pudiera.
-¿No?
-No. Pero prometeme algo.
-¿Qué?
-Que siempre vas a aprovechar el tiempo que se te da.
-Te lo prometo mami (se abrazan).
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